¿Emocionar a la audiencia? Demasiado fácil. Hasta el fútbol lo consigue, o un culebrón, o una buena dosis de decibelios. Porque resulta que el homo sapiens es frágil y maleable: no controlamos nuestras emociones. Lo realmente difícil es emocionar al espectador mediante una reflexión estética que nos invite a conocernos, reconocernos y transformarnos. Eso es lo que consigue Asier Zabaleta. Transmitir con pasión una voluntad de cambio crítico. Partiendo de preocupaciones íntimas e inquietudes sociales (instinto, identidad, dolor, duelo, religión, pertinencia y función del espectáculo), traslada a escena los conflictos y las contradicciones propias de nuestros días, de forma aguda o mordaz, pero siempre con precisión y certeza, sin medias tintas. Cada una de sus obras encarna una reflexión o una historia muy concreta, siempre pertinente, abriendo el abanico a diferentes disciplinas artísticas, como la música o la dramaturgia, que ayudan a hibridar una coreografía mestiza y pavimentan el camino hacia la catarsis. La danza, entendida como software libre.
Para que la próxima vez que nos emocionemos sepamos por qué lo hacemos.
HARKAITZ CANO